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Liviandad, pena, humor, una voluntad de expresión modesta y por eso conmovedora, la lectura de este estado deja un regusto de gratitud por poder acompañar a personajes que no suelen aparecer en poemarios, el disfrute de esa suave insolencia y la tibia melancolía de los que hemos mirando tanto por la ventana.

Beatriz desnuda frente al espejo, Beatriz y su evocación de Héctor, de lo difunto, Beatriz y el meteorito, lo que abre la llegada de Marta, esa diagonal del texto que también provoca la sonrisa.

Fragmento del prólogo escrito por Julián López

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